Mi Ángel de la Guarda - Capitulo IV

Laura me devolvió las fuerzas, las esperanzas y los sueños. Nos hicimos amigas ese día, mi primera amiga, estaba feliz , iba todos los días al hospital y me pasaba casi todo el día hablando con Laura, como era prácticamente una paciente fija allí las enfermeras no me llamaban la atención por quedarme incluso después de las horas de visitas. Laura me explico que era ciega debido a que tenia quistes dermoides orbitarios, un tipo de cáncer que hace efecto sobre el musculo óptico por lo que termino perdiendo la vista.

Al ser diagnosticado demasiado  tarde se había expandido por todo su cuerpo, había deteriorado algunos órganos vitales, llevaba años luchando contra él, pero este siempre volvía y esa vez era para llevársela, ya estaba en etapa terminal por lo que ya no tenía esperanzas de vida más allá de unos pocos meses.

También me conto que había decidido quedarse en el hospital, no para intentar que la curasen milagrosamente, sino porque su familia no quería saber nada de ella, la habían abandonado a su suerte y no tenía más lugar a donde ir, era una historia triste que comprendía en cierta manera.

También le conté mi historia, le explique mi situación, le conté todo lo que recordaba de mi vida hasta ese entonces, también le platique de mi enfermedad y juntas compartimos nuestros pesares, ese día fue triste, lleno de recuerdos dolorosos y lagrimas, pero nos dimos valor, fortaleza y apoyo, ya no estábamos solas y nos ayudaríamos mutuamente en todo lo que se pudiera, luego de ese día decidimos que ya no volveríamos a recordar nada malo ni que nos afectara tanto, no permitiríamos más tristezas mientras nos apoyáramos, éramos como madre e hija y eso me gustaba.

Con el paso de los días Laura empezó a enseñarme muchas cosas de cómo ser ciega, como por ejemplo a caminar sin tropezar, a contar los pasos y a guiarme solo por el oído y con el bastón en lugar de con la vista, también me enseño a reconocer rostros con las manos y a las personas por su timbre de voz o algún aroma distintivo en ellos, con las clases aprendí a prestar más atención a mi entorno y aunque ya prácticamente no veía lograba transportarme del orfanato al hospital casi sin ningún problema, me explicaba las cosas con una paciencia materna y mucho cariño, también me enseño el braille, un método de escritura especial para las personas ciegas, diciéndome que así podría leer todo lo que quisiera como antes.

Eso me hizo enteramente feliz, era como redescubrir los libros y volví a tener esperanzas, podría cumplir mi sueño, podría ser escritora, los ahorros que tenia, que eran más o menos suficientes, los emplee para rearmar mi biblioteca con libros en braille, volví a invertir y a salir a la calle a trabajar aunque en esa ocasión fue un poco más difícil que la primera vez, aun así estaba animada.

Aunque tendría libros nuevos no pensaba desechar los viejos, había planeado tener dos bibliotecas, aunque una de ellas no pudiera usarla, y así practicaría leyéndole a Laura, había pasado casi 6 meses desde que usaba lentes y aunque ya a esa altura no ayudaban tanto, tampoco eran del todo inútiles, aun podía ver algo con ellos, por lo menos me permitían trabajar un poco más, cosa en la que ya había perdido la esperanza de poder hacer más temprano que tarde, los lentes por lo menos me facilitaban un poco el trabajo por lo que aun podía reunir algo de dinero.

Antes de poder comprar mi primer libro en braille, se me ocurrió algo mejor, ya para ese momento era mayor de edad y no estaba estudiando, aun vivía en el orfanato porque nadie quiso adoptarme, ni hacer el intento y debido a mi enfermedad las monjas no pudieron correrme de allí, por lo que cuando se resignaron a que me quedaría me dieron una habitación para mi sola, también me pusieron como ayudante en el comedor, en realidad no hacía mucho debido a que no veía bien, pero todos fingíamos que si, el punto es que ya no tenía muchas responsabilidades allí, y que ya no tenía necesidad de escaparme, salía cuando quería, solo debía avisar a la madre superiora o a alguien y volver a la hora estipulada.

La idea que tuve fue bastante simple y sencilla, alquile un kiosco y empecé vendiendo lo básico, café, cigarrillos, periódicos y las chucherías que aun me quedaban de vender en la calle, estaba allí casi toda la mañana, en la hora del almuerzo iba a visitar a Laura y volvía a abrir el kiosco más o menos a las tres, poco a poco lo fui surtiendo más, el dinero de las ganancias lo reinvertía hasta que pude empezar a comprarme mis libros nuevamente y tener unos pequeños ahorros.

Unos meses antes de cumplir los diecinueve, Laura murió… llore… era un dolor intenso, dolía demasiado, sentí que perdí a mi madre, pero no me permití derrumbarme, no como ya lo había hecho antes, cumpliría la promesa que le hice, ya había empezado a postular en las universidades, quería estudiar y lo haría, como estaba buscando conseguir una beca, debido a que mis notas siempre fueron excelentes, especifique muchas cosas sobre mí en los papeles que enviaba e incluso adjunte en ellos copias de los resultados de mis exámenes y todo lo relacionado con mi enfermedad.

Aun así la mayoría de las universidades a las que postule me rechazaron, eso por no decir que fueron todas, aunque solo una opto por darme una oportunidad cuando ya las esperanzas escapaban de mi, cuando me llego la carta de aceptación, grite, llore, reí, baile, celebre, y volví a llorar pero luego volví a ser feliz, podría estudiar, podría sacar mi carrera y todo gracias a Laura, ese día fui al cementerio hasta su tumba y compartí con ella mi felicidad, le leí un rato, y luego volví al orfanato.

Tenía que organizar muchas cosas, me iría, no quería ni podía seguir viviendo allí, así que vendí algunos de mis libros, aun a pesar de que dije que no lo haría, seguía necesitando dinero para lo que planeaba hacer, aparte los libros de Gabriel y el resto empecé a venderlos, también vendí algunas cosas que me había comprado durante mi crecimiento y que ya no usaba, todo eso para poder completar con mis ahorros y alquilar una pieza cerca de la universidad a la que asistiría y al kiosco en el que trabajaba, no podía dejarlo aun, mi visión no se había ido del todo y forzaría hasta lo último que me quedara con tal de poder cumplir mi sueño.

Durante un tiempo aprendí algunas manualidades, más que todo bisutería para tener más cosas que vender en el kiosco y más ganancias, al estar ubicado cerca de un colegio podía vender fácil y rápidamente todas las pulseritas y cosas que hacía, así fue como empecé mi vida independiente, como me mantenía y como viví.

La vida en la universidad era totalmente diferente a como me la esperaba, era bastante parecida a la secundaria, con chicos revoltosos e inmaduros corriendo por todas partes, chicas tontas reunidas en cada rincón hablando estupideces y los mismos grupos selectivos en los cuales yo no encajaba nunca, ya para cuando empecé las clases no podía ver nada, había quedado totalmente ciega por lo que caminaba con un bastón, como lo había hecho Laura cuando la conocí.

Aun recuerdo mi primer día y me da risa, todo el mundo me miraba, lo sabía, lo sentía, pero yo continúe con mi camino, ignorándolos hasta llegar a la oficina del rectorado en donde me entregaron todo lo que necesitaba, al notar que los papeles no estaban en braille por lo que no podía leerlos me reí con ironía, la secretaria se disculpo apenada y se dispuso a leerme ella todo lo que decían los papeles, a esas alturas yo sabía que era un experimento, estaban empezando con cursos para personas con discapacidades y habían seleccionado por decirlo de algún modo uno de cada uno, conmigo ya había fallado incluso antes de empezar, esperaba que a los demás les fuera mejor.

No hice comentario alguno en cuanto terminó y le agradecí por el gesto , ella susurro una maldición por lo bajo y la escuche llamar a un chico, le dio algunas indicaciones para que me guiara y me “mostrara” las instalaciones e imagine que luego le entrego mis papeles, el chico fue bastante amable y paciente, me explico todo lo que necesitaba y siempre estuvo atento a mi hasta que se acabo el recorrido y tuvo que irse, no sin antes dejarme en el salón de mi próxima clase y explicarme como llegar a la siguiente.

Las clases eran pesadas, tediosas, aburridas y no entendí nada, el no poder ver también complicaba las cosas, los profesores no estaban capacitados para enseñar a personas invidentes como yo por lo que no lograba comprender la mayoría de las cosas, aun así yo no estaba dispuesta a rendirme y le preguntaba a los profesores cosas sobre el tema dado en clase para luego investigarlo por mi cuenta.

En el kiosco que había alquilado puse a trabajar a una señora por lo que aun sin trabajar ganaba algo de dinero, y sí que me iba bien, no era rica, pero de allí sacaba lo que necesitaba para subsistir, pagar renta y pagarle a la señora, yo solo me encargaba de mantener siempre la mercancía surtida, casi siempre pasaba por allí a saber cómo iban las cosas y por algo de dinero para poder comprar algún libro que me faltase para alguna clase.

El directivo había llegado a un acuerdo con todos los profesores en donde se aclaraba que todas mis evaluaciones serian verbales dada a mi obvia condición ya que “no podía escribir” era absurda esa excusa pero no me quejaba ya que me ayudaba a ahorrarme algunas cosas, mi primer año allí fue catastrófico, no tanto por mi si no por la mala preparación de la universidad para tratar con personas como yo, me adapte bastante rápido pero ellos aun no podían adaptarse a mí y eso hacia las cosas difíciles.

Para el segundo año entraron más personas con discapacidades, entre ellos más invidentes, también contrataron a profesores más capacitados y las cosas mejoraron un poco, estaban evolucionando poco a poco, y no era solo en mi ámbito sino también con el resto, eso era algo bueno, estaban empezando a comprender que al tener ciertas limitaciones éramos capaces de desarrollas otras capacidades como el aprender y adaptarse con mayor rapidez que el resto de los estudiantes.

Pero con la mejora de la universidad otra parte de mi vida empeoraba, el kiosco ya no estaba generando suficientes ingresos, el dinero que ganaba ya no me alcanzaba para nada, estaba empezando a retrasarme con el pago del alquiler, no tenía casi capital para invertir y por ende tampoco para comprarme los libros que necesitaba, aunque por lo menos eso lo aliviaba un poco la universidad ya que el dar libros especiales era una de sus mejoras, era como si terminara una racha de mala suerte y casi en seguida empezara otra.

Tuve que despedir a la mujer que trabajaba para mí porque termine descubriendo que me estaba robando, y también tuve que mudarme de la pieza que estaba alquilando porque el dueño del lugar se quería aprovechar de mi en muchas formas, como si el ser ciega me hiciera estúpida, en ese tiempo lo único que me sostenía a medias era la beca de la universidad, no era una gran suma de dinero pero por lo menos me ayudaba en algo cuando más lo necesitaba, al final tuve que dejar el kiosco porque ya no podía confiar en nadie para que me ayudara a atenderlo, y al no poder hacerlo por mi cuenta no me quedo más remedio que entregarlo.

Esa época fue muy difícil para mí, sin el apoyo de nadie, me sentía agobia, lo único que me aliviaba es que podía vivir en una residencia que alquilaba la universidad a los estudiantes becados, no era muy cara y el dinero lo descontaban directamente de la beca, durante ese tiempo de angustia iba a visitar la tumba de Laura y le leía algún libro de Gabriel, eso me ayudaba calmándome y a pensar mejor, por lo que termine resolviendo mi problema económico y de desempleo, o por lo menos me surgió una idea para resolverlo.

Daría clases, haría lo mismos que Laura hizo conmigo, la diferencia sería que yo iba a cobrar por ello, eso me hacía sentir un poco mal e incómoda pero realmente necesitaba dinero, empecé a hacerme publicidad por las calles cerca de la residencia y luego me extendí al centro de la ciudad, no sabía que tan bien me iría con eso, pero no perdería nada con intentarlo, por suerte en la universidad cada vez me iba mejor, los profesores y las clases mejoraban y no podía quejarme mucho de ello, eso era una carga menos para mis hombros.

Mi primera llamada para dar clases llego casi un mes después de que puse los afiches en el centro de la ciudad, mi primer alumno era un chico, unos años menor que yo, era bastante amargado y antipático, claro, yo lo comprendía, ese era el resultado de haber perdido la vista siendo tan joven, agradecí que por lo menos yo había tenido tiempo para hacerme a la idea, en cambio lo suyo había sido abrupto y repentino, por causa de un golpe en la cabeza cuando estaba en un partido de baseball, según me conto su madre, seguramente él si había tenido mucho que lamentar.

Por ello intentaba ser paciente y amable con él, le conté un poco de mi historia o por lo menos como quede ciega, no para que me tuviera lastima sino para que se diera cuenta de que el mundo no se iba a acabar por ello. Las clases con él serian: tres días a la semana durante dos horas cada día, me pagaban bien aunque no tanto como lo había hecho el kiosco en su tiempo pero al menos ya estaba empezando a surgir nuevamente.

Un tiempo después de empezar con esas clases, me llamaron para otra, esta vez era una chica un poco mayor que yo, ella a diferencia del chico era más dócil, estaba creo que incluso más deprimida que yo, lloraba casi todos los días y es que sabía que no era fácil una noticia así, ella había perdido la vista por un accidente con un acido de revelado para fotografías, este le había caído en los ojos dañando la retina, por suerte para ella podía recuperar la vista, solo tendrían que encontrar un donante de corneas y ya estaba en lista de espera, a mí solo me habían contratado mientras esperaban a encontrar un donante. El horario de ella estaba ubicado en los mismos días que el del primer chico pero una hora después de terminar con él.

Así poco a poco fui armando una agenda de clases, con chicos y adultos de diferentes edades y con diferentes problemas, algunos tenían cura y otros al igual que yo no la tenían, era algo deprimente saber cuántas personas más o menos pasaban por lo mismo que yo y en parte también era un alivio saber que con lo enseñado por Laura podía ayudarles, en total tenía 8 “alumnos” y un horario más o menos estresante porque para ese entonces ya casi no tenía tiempo para nada, pero por lo menos mi situación económica estaba ya bastante mejor.

En la universidad también iba mejorando, mis notas aun a pesar de las dificultades iban en ascenso, eso me emocionaba ya que sabía que tendría la oportunidad de graduarme justo en el tiempo que tenia establecido lo cual suponía un gran alivio para mí, así podría empezar a buscar un mejor trabajo, no es que dicha universidad fuera de gran renombre ni que al graduarme de allí me fueran a llover ofertas, pero ya al tener un titulo en la mano algo podría hacer, ya podría defenderme.

Un día uno de mis profesores, con el que mejor me llevaba sin llegar a ser amigos, pero el que me trataba mejor de todos los demás, me invito e insistió a que me uniera a un concurso de manuscritos, sabía que tenía algunas historias de mi autoría guardadas y por ello me invitaba, así que no le vi mucho inconveniente a hacerlo, además ya iba en casi tercer año de la carrera y había entregado solo ensayos en casi todas las clases por lo que pensé que un concurso así no me vendría mal, le entregue una de las historias más corta que tenia y la que más me gustaba, se llamaba “………” y como era de mis favoritas decidí usarla, él la paso a digital y luego de editarla y obtener mi visto bueno, la envió al concurso.

Sinceramente, me olvide de ello, de la historia, del concurso, de todo eso, estaba tan ocupada con mis clases, el dictar las clases a los demás y estudiar para poder mantener mi beca que no le preste atención ni estuve presente en el momento en que fueron anunciado los ganadores, estaba a mitad de carrera, empezaba apenas a levantarme de un golpe financiero que me había dejado prácticamente en la calle y mis horarios cada vez se ajustaban más, lo que me estresaba, pero sabía que debía seguir adelante y no darme por vencida, ya vería los frutos de mi esfuerzo más adelante.

Me entere de que el concurso había terminado dos semanas después de finalizado este, y solo fue porque me encontré con el profesor quien me conto que había estado buscándome todo ese tiempo pero que no me encontraba, luego me felicito muy emocionado diciéndome que aunque no había ganado el primer lugar del concurso, mi historia había quedado entre las dos finalistas y que solo quede en segundo por un ligero error que había sido culpa suya, se disculpo por eso a lo que yo reste importancia y volvió a felicitarme por obtener el segundo lugar.

Yo realmente estaba contenta, era la primera vez que exponía una de mis historias así y no sabía que iba a gustar tanto, el profesor me explico que aparte de dinero, mi historia iba a ser publicada en una revista local con más de mil quinientas impresiones en un día por lo que mi historia iba a ser leída por muchas personas, eso definitivamente me emociono mucho, también aclaro que la revista me daría todo el crédito y mi nombre estaría allí grabado.

Una semana después “………”estaba siendo leída por más de la mitad de los ciudadanos y yo estaba más que feliz por ello, aunque también un poco deprimida por no poder ver mi historia en una revista, quería que también pudieran haberla hecho en braille para sentirme más orgullosa pero sabía que no podía abusar tanto de mi suerte ni volverme exigente, no todavía.

La semana después de esa estaba firmando un contrato con la misma revista para tener una publicación semanal de cualquiera de mis historias, la primera había gustado bastante y querían más, yo claro que acepte, después de todo tenía un contenedor de plástico lleno de cuadernos con escritos debajo de mi cama, mi profesor por supuesto como agradecimiento le pedí que fuera mi editor y transcriptor a digital ya que por razones un poco obvias yo aun no podía hacerlo, el acepto encantado por supuesto.

Mi situación económica estaba mejorando aun más, entre las clases particulares, el pago de la revista y la beca, que ninguno era mucho en realidad pero juntos hacían lo suficiente, me daba abasto para vivir un poco más holgadamente, aunque el ascenso iba de manera lenta era constante. Lograr estabilizarme por completo y salir de la bancarrota me tomo más o menos un año, pero logre salir adelante.

Mi sueño se estaba haciendo realidad, lo note cuando caí en cuenta que ya faltaba poco para graduarme aunque tenía un estrés y una preocupación que estaban matándome, estaba feliz, estaba a pocos pasos de alcanzarlo, mi meta, y tras ese sueño venia otro, quería conocer a Gabriel, mi autor favorito, sabía que ya estaba viejo, que casi ni escribía y que vivía aislado del mundo porque sufría de agorafobia y misofobia unas enfermedades psicológicas que lo hacían aislarse a si mismo del mundo por lo que vivía encerrado en una casita lejos de la ciudad, aun así yo quería por lo menos poder hablar con él aunque fuera un minuto.

Había intentado conseguir su dirección en algunas ocasiones pero me había resultado realmente difícil por lo que me desanime y deje de intentarlo, refugiándome nuevamente en mis estudios y escritura, en sus libros e historias que aun me daban ánimos en momentos difíciles, para poder salir adelante y no decaer facialmente, él al igual que Laura aunque no estaba físicamente conmigo sentía que de alguna forma u otra me ayudaban y motivaban a salir adelante, a cumplir todos mis sueños y a alcanzar mis metas, yo por supuesto no quería defraudarlos y me esforzaba cada día más para poder lograrlo.

Me gradué a los 25 de la universidad, había tardado mucho en entrar pero me gradué con buen tiempo, estaba feliz de cumplir por fin esa meta, al principio no fue muy fácil, como todo en mi vida, tuve que dejar la residencia a los dos meses de graduarme porque solo era para estudiantes, por suerte había logrado ahorrar algo y conseguí una pequeña pieza, continuaba dando clases y mis horarios se extendieron al igual que mis alumnos que de ocho pasaron a ser casi veinte, aun escribía para la revista y en esa ocasión era una historia cada tres días porque me había vuelto algo popular, mis ingresos financieros no sufrieron tanto el golpe de la perdida de la beca. Por lo que gozaba de buen balance económico y un poco de popularidad entre los lectores de la revista.

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