Gabriel Angel - Capitulo II
Si seguramente
algo como eso había pasado y yo simplemente haría el ridículo porque me gustaba
hacerlo, me repetí una y otra vez, como un mantra aprendiéndomelo, estudiándolo,
recitándolo, aferrándome a las palabras como si fueran ese dios en quien ya no creía
pero aun así sin detenerme, sin cambiar la dirección de mis largas zancadas,
con la firme idea surgiendo en una pequeña esquina de mi cabeza de que solo iría
a revisar si por casualidad la pequeña había dejado algo atrás, pero al llegar
mi pecho ardió, mi espíritu y optimismo se fueron al suelo sepultándose allí,
mi corazón se detuvo y contuve el aliento.
Allí aun con
la caja y la sombrilla ya cubierta de nieve la cual caía de manera casi sedimentada
como un gran cubo dificultando mi visión, aun en el abrigo azul que le había
dejado seguía el bulto acurrucándose cada vez mas fuerte dentro del trozo de
tela con la que intentaba en vano alejarse del frio, resguardándose con ese
abrigo jamás podría huir, me acerque aun mas con completa decisión y optimismo,
me agache tomando el pequeño y frágil bulto entre mis brazos asegurándome de
que estuviera bien cubierto por la tela y sosteniéndolo con una mano mientras
tomaba el paraguas.
El cuerpecito de
la niña en mis brazos se tenso notablemente al sentir mis manos a su alrededor
y cuando noto que era alzada en el aire intento forcejear pero no le permití
moverse demasiado acercándola más a mi pecho intentando que sintiera a través
de la tela mi propio calor en su pequeño cuerpo, deshaciendo nuevamente y esta
vez a paso apresurado el camino a mi casa, escuchando el apagado sonido de su
llanto temeroso y sintiendo las sacudidas de su pequeño cuerpo que eran una
mezcla de frio y temor.
Al llegar a mi
pieza, con una urgencia que jamás en la vida había sentido encendí el
calentador poniéndolo al máximo para que la casa se aclimatara lo más rápido
posible, no acostumbraba a usarlo mucho por lo que mi casa aunque no era una
nevera tampoco era un lugar muy cálido, deje el bulto en mis brazos acurrucado
en el mueble lo más cerca que pude del aparato para que entrara en calor rápido,
su cuerpo aun temblaba notablemente, subí a mi habitación y lleve unas mantas
encendiendo también el calentador que allí se encontraba, así con los dos la
casa se calentaría más rápido.
Pase por el
baño y puse a llenar la tina, que se escondía en un rincón lejos de la puerta,
con agua tibia, baje nuevamente y tome el bulto aun enredado en el abrigo azul,
la pequeña niña en todo ese tiempo no había puesto su mirada en mi, seguía
evitando mi rostro con inmenso terror reflejado en la mirada, temor que me
hería pero que decidía ignorar, habían cosas más importantes en ese momento.
La aferre con
fuerza contra mi pecho subiendo las escaleras de dos en dos hasta que entre en
el cuarto de baño, la deje en el piso inclinándome frente a ella intentando
quitarle el abrigo percatándome al instante del mío propio, por todo el ajetreo
de hacerla entrar en calor había olvidado quitármelo.
Me alce rápidamente
quitándomelo con un movimiento fluido quedando solamente con el pantalón del
pijama, volví a hincarme ante ella y forcejeamos un rato por el abrigo hasta
que en un momento dado sus enormes ojitos grises se fijaron en mi y se relajo
notablemente, al parecer me había reconocido, después de allí quitarle el
abrigo fue más sencillo, dejo de temblar tanto aunque sabía que aun sentía frio
y en cuanto sintió el agua tibia suspiro sorprendida y complacida.
Restregué
gentilmente su cuerpecito y su cabello sacando todo rastro de suciedad en ella,
la envolví en mi paño que se enrollaba en su pequeña figura como una sabana y
salimos del baño, la deje sobre la cama empezando a buscar entre mi ropa algo
que pudiera ponerle y decidiéndome al fin por una camiseta que le quedaba más
grande que un vestido pero con eso tendría que conformarse.
Cepille su
enmarañada cabellera dejando sus rizos lacios caer por su espalda, le llegaban
casi hasta las pompas.
Mire hacia los
lados, no sabía que mas hacer hasta que se me ocurrió algo.
Baje
nuevamente las escaleras casi corriendo, entre en la cocina y preparé en tiempo
record un poco de chocolate caliente, no tenia que mas prepararle por lo que lo
eche en una taza como si fuera sopa y subí a mi habitación nuevamente, la
pequeña niña seguía sentada en donde la había dejado y como la había dejado.

Parecía que no
se había movido ni un milímetro en el tiempo que no estuve, me senté a los pies
de la cama dejando la taza en el suelo y la atraje hacia mi sentándola en mis
piernas, tome de nuevo la taza y me dispuse a darle el chocolate con una
cucharilla soplándolo un poco antes para que se enfriara lo suficiente y no le
quemara la boca.
La pequeña se
lo comió todo tranquila pero con un ansia que delataba ser era la primera vez
que probaba el chocolate, la deje nuevamente en el centro de la cama, esta no
era muy alta y la niña ya tenía como 4 años pero aun así temía que pudiera
caerse mientras yo no estaba, baje corriendo las escaleras nuevamente hacia la
cocina y después de lavar las cosas que había ensuciado subí notando que la
pequeña se había quedado dormida en el centro de la cama, donde la había
dejado, verla allí tendida con mi camiseta que le quedaba enorme, dormida tan plácidamente
hizo que mi corazón se sintiera cálido y una extraña emoción me embargo haciéndome
preguntar qué clase de egoísta ser humano abandonaba a una criatura tan
hermosa.
Por cosas como
estas es que algunas veces agradecía esta maldición, agradecía ya no ser parte
de esa raza tan egoísta que lo único en lo que pensaba era en el bienestar
propio y en nada mas, plagados de avaricia y envidia, los odiaba pero ella
despertaba en mi algo cálido que no debía ser despertado jamás.
Sacudí de mi
esa sensación tan rápido como pude y dirigiéndome al armario saque una sabana y
un gran edredón acomodándolos en el sofá que ubique cerca del calentador, la
casa ya estaba bastante cálida pero aun así los dejaría encendidos, el frio que
estaba haciendo era bastante fuerte para una niña tan pequeña.
Cuando hube
terminado la camita improvisada tome nuevamente a la niña en brazos y la recosté
en el sofá abrigándola lo más que pude con el edredón temiendo que aun así
pudiera pasar frio, una vez cerciorado que todo estaba perfectamente bien con
ella y que dormía plácidamente fue cuando pude relajarme y me recosté en mi
cama, solo entonces con la seguridad de que la pequeña ya estaba resguardada, cálida
y segura bajo el techo de mi casa y fuera de las calles bajo la nieve pasando
frio fue que pude caer en un profundo y agotado sueño.
Mi reloj
corporal me obligo a despertar a las seis como siempre aun cuando la noche
anterior no había dormido absolutamente nada, intente levantarme pero un peso
ajeno a mi me lo impedía, luche intentando apartarlo pero era inútil y cuando quite
el edredón me encontré con una no tan pequeña garrapata aferrada a mí con todas
sus fuerzas aun entre sueños.
La calidez de
su cuerpecito me resultaba extraña y mechones de su cabello me hacían
cosquillas en las costillas, por lo menos ya no me tenía miedo, me deshice de
su abrazo como pude, cosa que no resulto ser tan fácil ya que para solo tener cuatro
años la niña tenía una fuerza endemoniada y era tan escurridiza como los peces
en un estanque, al final cuando logre deshacerme de ella fue sustituyendo mi
cuerpo entre sus brazos por una almohada.
Me dispuse a
preparar el desayuno para los dos notando con horror que mi refrigerador estaba
absolutamente vacio y la alacena estaba casi igual, solo las cosas con las que
preparaba el chocolate caliente estaban dispuestas pobremente dentro de ellas,
suspire frustrado, ese era el resultado de tanta monotonía y aburrimiento del día
a día, subí rápidamente cambiándome de ropa haciendo el menor ruido posible
para no despertar a la niña, baje, tome mis llaves, nuevamente mi abrigo y me
calce saliendo del departamento dispuesto a llevar alimentos a mi casa.
No es que la
niña fuera a quedarse toda la vida a vivir conmigo pero tampoco la podía dejar
pasado hambre y además eso de hacer compras podría ser una nueva experiencia y al
igual que cocinar podría integrar fácilmente a mi rutina del día a día, camine
las cuatro cuadras y media que separaban mi casa del centro comercial más cercarnos
y entre al súper dispuesto a comprar de todo un poco y así lo hice.
Comprando
cosas que ni sabia como usar o si me gustarían o no, compre absolutamente de
todo pero en la cantidad necesaria para una persona, podría compartir mis
raciones con la niña y asunto resuelto. Mientras caminaba por el gran
establecimiento explorándolo un poco más, paseando con mi carrito pase frente a
una tienda de ropa infantil y se me ocurrió que quizás podría comprarle una o
dos mudas de ropa a la pequeña ya que la suya, pedazos de tela a las que me avergonzaría
de llamar ropa, habían quedado “accidentalmente” dentro de la basura que ahora
seguramente estaría de camino al lugar donde pertenecían.
Dispuesto me
encamine dentro de la tienda tomando los primeros conjuntos que me parecieron
adecuados para una niña de esa edad y de la talla que parecía tener, cuando me dirigía
a la caja para canelar por las cosas vi un lindo peluche de lobo con pequeños
toques de gris, blanco y negro en su pelaje que según me pareció le encantaría
a la pequeña y que tome casi por inercia dejándolo dentro del carrito, minutos después
satisfecho con mis compras que resultaros ser un tanto excesivas cancele en
caja y camine con todas esas bolsas las cuatro cuadras y media bajo la pequeña
lluvia de nieve que aun caía de regreso a mi casa.
Las calles
estaban completamente desiertas pero como siempre yo era la única alma en pena
que por allí vagaba, caminaba con pasos largos y un tanto apresurados, no quería
dejar a la pequeña sola mucho tiempo aun cuando estuviera dormida, por lo que
llegue bastante más rápido de lo que imaginaba, al abrir la puerta y cruzar el
umbral fui recibido con una gran e infantil carcajada y el estrepitoso sonido a
todo volumen del televisor y me quede congelado a medio camino bajo la puerta.
La pequeña
estaba sentada medio arrodillada en mi sofá con la tv prendida mirando
emocionada caricaturas, reía cada tanto y se sorprendía cada poco, yo
simplemente me quede contemplado fijamente una escena que jamás pensé ver en mi
casa, la niña de repente como atraída por mi mirada fijo sus ojitos en mi y
todo rastro de alegría y emoción se drenaron de su regordeta cara reemplazándola
con una expresión de miedo, se puso seria enseguida, rígida y erguida sobre el sofá
demostrando un temor que yo no quería infundir en ella y haciendo que mi pecho
doliera.
Suspire
derrotado ante esa terrible mirada, termine de cruzar la puerta cerrándola tras
de mí, deje las bolsas, todas, en el suelo revisándolas hasta encontrar una en
especifico la tome con decisión y me dirigí al sofá olvidando el resto de mi
carga por el momento, me senté junto a la pequeña niña quien cada vez se
tensaba mas si eso era posible e intentaba rehuir de mi pero estaba demasiado
petrificada en su lugar, revise la bolsa descuidadamente sacando primero el
peluche y alzándolo frente a ella para que lo tomara, la niña lo miro con ojos
enormes, un brillo destello en sus ojitos grises, le había gustado, le encanto
a mi parecer pero no se reflejo en su rostro, lo miraba deseosa de poder
tomarlo pero luego fijaba su mirada en mi y la duda la invadía, insistí agitando
el muñeco en su dirección y acercándolo más a ella.
- ¿Para mí? – me
pregunto con cautela mirándome con ojitos de cachorro.
Yo solo asentí
insistiendo aun mas en que tomara el juguete y ella se abalanzó sobre él con
una risa emocionada que me hizo sentir cálido por dentro, mientras la miraba
abrazar al peluche con fuerza, volví a revisar la bolsa en mis piernas y el
sonido llamo su atención nuevamente cosa que me pareció divertida.
Saque ante su
atenta mirada el primer conjunto que había comprado y sus ojitos se iluminaron
aun mas, su sonrisa se ensancho y fue el mismo efecto cuando vio el segundo
conjunto, el abrigo y los zapatitos nuevos, de pronto se abalanzó sobre mi
rodeando mi cuello con sus bracitos.
- Gracias,
gracias, gracias. - repetía una y otra vez con su cantarina voz chillona cerca
de mi oído.
- Gracias
papi, eres el mejor. - susurro y yo me petrifique.
¿donde esta el resto?
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