Gabriel Angel - Capitulo III

La simple mención de esa palabra dicha con su pequeña e infantil voz causo en mí un estremecimiento.

Nunca, durante los siglos de vida que había acumulado nadie me había llamado así y ahora en los siglos de vida que aun me quedaban por venir tampoco había guardado la esperanza de que algo como eso sucediera, no lo había imaginado posible siquiera, mi pulso se acelero en ese momento y reprimí el fuerte impulso de abrazarla de vuelta, en cambio muy gentilmente aparte sus bracitos de mi cuello y me dirigí a la cocina no sin antes haber tomado todas las bolsas de las compras para hacer el desayuno.

Debía deshacerme de esa pequeña criatura cuanto antes, por mi bien y más que todo por el suyo, pero al parecer el destino cruel y fiel amigo o enemigo no estaba de acuerdo conmigo y esa mañana mientras comíamos en el noticiero vimos que debido a la gran tormenta de nieve de la noche anterior la mayoría de las calles estaban obstruidas, el tráfico era horrible y los subterráneos estaban temporalmente cerrados por lo que recomendaban no salir de casa a menos que fuera algo estrictamente importante y fundamental.



Deshacerme de esa pequeña niña era la cosa más importante y fundamental para mi, algo de vida o muerte sin ánimos de exagerar, pero el lugar al que quería llevarla estaba al otro lado de la ciudad si lo ubicábamos desde mi departamento y tras esa información no estaba del todo seguro de que pudiera llegar allí y volver el mismo día, por lo que tendría que quedarme hasta que pudiera volver si es que en realidad lográbamos llegar y una despedida muy larga seria la cosa más cruel que pudiera hacerle a esa niña.

También habían dicho en el noticiero que quizás para dentro de tres o quizás cuatro días las cosa en las calles mejorarían un poco, por lo que por otro lado quizás no tendría que molestarme tanto en lo de no lastimar a la pequeña ya que seguramente nunca más nos volveríamos a ver así que su odio de quizás cinco días y su depresión de una semana hacia mi serian olvidadas con rapidez.

Sí, sonaba cruel pero más cruel seria dejarla quedarse conmigo durante ese tiempo, eso era más peligroso que cualquier otra cosa en el mundo y más cuando ese pequeño terremoto despertaba instintos en mi que deberían permanecer dormidos bajo sedantes y enterrados sofocándose en lo más profundo de mi ser.

Decidido a no someter a esa pobre niña a una tortura cruel y despiadada subí a buscar un pequeño bolso de entre mis cosas que no ya usaba, allí metí una de las mudas de ropa nueva de la niña y la vestí con la otra poniéndole sus zapatitos y su chaqueta nuevos, intente quitarle el peluche para guardarlo en el bolso también pero ella me lo impidió aferrándose a él con fuerza y gritando un agudo “NO” receloso por lo que se lo deje, dentro del bolsito también metí el gran abrigo azul que le había regalado hacia dos días y la tome de la manito guiándola hacia la puerta con ahora su mochila colgando del hombro.

- ¿A dónde vamos, papi? - pregunto con la inocencia de un niño de su edad.

La palabra penetro en mis oídos como lava hirviendo, no respondí, solo me dispuse a seguir caminando, tomamos el primer taxi que vi y le di la dirección a la cual nos dirigíamos  pero tal y como lo había imaginado apenas a dos cuadras del departamento nos agarro un gran embotellamiento, yo aun optimista decidí quedarnos en el taxi hasta que el embotellamiento fluyera, pero ya a las once y media de la mañana la niña se estaba impacientando aunque se portaba de las mil maravillas realmente.

Habíamos avanzado apenas tres cuadras nada mas, por lo que igual o más cansado que la pequeña pague la tarifa del taxi con alguna propina de mas y volvimos a mi departamento caminando, apenas entramos encendí el televisor nuevamente para que la niña viera caricaturas.

Me dirigí a la cocina y serví un vaso de agua llevándoselo para que se lo tomara, sabía que tenía sed, tanto tiempo allí varados hasta a mi me había resultado agotador, me dirigí nuevamente a la cocina a preparar el almuerza escuchando sin mucho esfuerzo las risas, los suspiros sorprendidos y los grititos de emoción que expresaba la pequeña mientras miraba la pantalla, el almuerzo estuvo listo 40 minutos después de eso, por lo que comimos sentados frente al televisor viendo alguna película tonta que a la pequeña le encanto.

No paro de reír en todo el rato hasta que terminamos de comer por lo que me dispuse a lavar los platos cosa en la que ella me ayudo, luego la deje mirando la tele otra vez mientras iba a trabajar por lo menos en lo que quedaba de tarde, me horrorice al ver la hora y saber que no había hecho más que estar con la niña todo el día, sí, había intentado llevarla a un lugar mejor, lejos de mi pero aun así me horrorizaba el no haber hecho nada.

Me senté frete a la computadora intentando retomar lo poco de la rutina que quedaba y a la cual aun quería estar acostumbrado, me sumergí en el papel, perdiéndome en la historia y olvidándome del mundo, yo ya no era quien creía ser en ese momento solo era el personaje de mi historia, estaba concentrado, inspirado cuando de pronto una vocecita me saco de mi completo aislamiento.

- Papi, tengo hambre.

La mire por un instante parada frente a mí con los ojitos un poco cerrados, se veía cansada, se sobaba un ojito con la mano y en la otra llevaba el peluche que le regale, odie la palabra con todas mis fuerzas pero más aun odie la forma en la que me hacía sentir que me llamara así

Me levante en seguida de la silla y me dirigí a la cocina, rebusque entre el montón de comida que había comprado y saque lo necesario para preparar unos sándwiches, no quería demorar mucho, ella tenía que dormir, luego de comer y aun quedándose dormida la pequeña insistió en ayudarme con los platos pero no se lo permití y la mande a que se acostara.

Limpie y ordene las cosas donde iban y como iban, recogiendo algunos dibujos que había hecho ella y no había notado, en uno estaba bajo la lluvia sola y con frio, llorando, en otro salía yo dibujado como si fuera un súper héroe y en el tercero solo los dos tomados de las manos y sonriendo.

Suspire con pesadez guardando los papeles en algún lugar para no verlos, no encontrarlos ni por error pero sin deseos de botarlos, al terminar de acomodar me resigne a que ya no podría escribir mas así que fui a acostarme descubriendo que la pequeña se había adueñado de mi cama, la mire un instante dubitativo pero luego decidí que lo mejor sería que durmiera en su cama improvisada por lo que la cargue y justo cuando fui a dejarla en el mueble se aferro a mi cuello.

- No quiero dormir sola, papi.

Se quejo aferrándose con sus manitas con fuerza pero aun a pesar de todo lo que esa pequeña frase me hizo sentir, la deje allí, luego fui a cambiarme y me acosté a dormir, intentando solucionar el pequeño problema en el que estaba.

En la mañana el mismo problema del día anterior me dio los buenos días, la pequeña estaba en mi cama, aferrándose casi sobre mí a mi cuerpo, la temperatura de su cuerpo estaba un poco más elevada de lo que recordaba pero se lo había atribuido al hecho de que la noche anterior había subido un poco más a la calefacción, tendría que bajarle un poco más tarde, me escabullí de entre sus brazos al igual que el día anterior.

Fui a preparar el desayuno y a ver en la tele algún tipo de información sobre el clima, sería igual por uno o dos días más, suspiré derrotado y aun pensando en que hacer fui a la cocina a seguir preparando la comida, la pequeña apareció como veinte minutos después con mi camisa como vestido fregándose un ojito con la mano, el peluche colgando de la otra, sus rizos rojos enmarañados del lado que durmió y aun tenía los ojos más cerrados que abiertos, se dejo el ojo tranquilo y luego de un gran, gran bostezo me miro con los ojitos aguados.

- Papi, ya no estabas.

Lloriqueo con un puchero que me hizo sonreír sin darme cuenta, era la criatura más tierna y hermosa que había visto en la vida, aun no podía creer que hubieran personas que la abandonaran, que la dejaran tirada en la calle cuando el invierno se acercaba ¿para qué? ¿Para que muriera? El solo pensamiento me causo nauseas pero entonces recordé algo que me dolía pero no debía dejar de recordar, si esa criatura se quedaba en mi casa por mucho más tiempo no podría controlar mis emociones y ella terminaría muerta, ese era un destino que no quería para ella.

- Tenía que hacer el desayuno.

Afirme y de pronto los dos nos miramos sorprendidos, había hablado y el sonido me había parecido tan surrealista y fuera de sí, tan lejano a mí que me hizo sentir incomodo, la pequeña me miro un poco mas sorprendida pero una gran sonrisa ilumino todo su pequeño rostro, se acerco corriendo hacia mi abrazando mis piernas, que era lo único que alcanzaba con su estatura, riendo feliz.

- Papi, hablaste, hablaste.

Insistió emocionada abrazándome aun más fuerte, yo me tense un poco, el sentir el calor que irradiaba su pequeño cuerpo aun atreves de la tela de mi pantalones me sorprendía, ella seguía abrazándome emocionada cuando entre en razón y la aparte un poco para poder hincarme y quedar a su altura, drenando mi rostro de emociones, aunque solo un poco, no quería asustarla pero tampoco sonreí.

- Claro que hable ¿pensaste que no podía?

Pregunte y ella asintió un poco seria.

- Pues si puedo y no estaba cuando despertaste porque estaba preparando el desayuno ¿ves?

Hice un gesto con la mano en señal a la cocina y las cosas que tenía allí montadas, la niña asintió.

- Ahora que te parece si vas a lavarte los dientes y luego vuelves a bajar.

Ella asintió emocionada dándome un beso en la mejilla antes de salir disparada escaleras arriba hacia el baño, yo me quede congelado por un instante terminando de procesar lo que ocurría, había hablado, después de siglos sin hacerlo las palabras simplemente salieron de mi boca sonando un poco roncas y oscas por el tiempo que no había usado mis cuerdas vocales.

¿Cuando había sido la ultimas vez que dirigí la palabra a alguien?

Hacía ya tanto tiempo que ni siquiera podía recordarlo ya y desde entonces simplemente deje de hacerlo, me había acostumbrado a no hacerlo, después de todo no lo necesitaba, pero entonces aparece esta niña y manda todo al caño, definitivamente tenía que deshacerme de ella, suspire, carraspee, me pase la mano por el cabello cerrando los ojos y meditando todo aquello para luego simplemente enderezarme nuevamente y continuar cocinando.

La pequeña demonio bajo casi diez  minutos después y le pregunte porque había tardado tanto a lo que respondió que no podía alcanzar el cepillo pero que luego si pudo, imagine más o menos lo que había hecho y negué con la cabeza pero no molesto, sino mas bien con una especie de admiración y resentimiento unidos, al terminar quiso que me sentara con ella a ver caricaturas, yo no quería, tenía que trabajar pero entonces hizo un puchero y sus ojitos se aguaron por lo que a la final termine sentado en el sillón viendo lo que ella quería.

Su temperatura estaba algo más elevada que en la mañana pero no le preste real atención a eso, unas horas después sin saber cómo me encontré riendo con ella mientras veíamos una de sus tontas caricaturas, la niña se había recostado en mis piernas y yo tenía la mano enredada entre sus rizos acariciándole el cabello, reíamos y hacíamos alguno que otro comentario que causaba más risas, poco después de que la caricatura terminara la deje dormida en el sillón mientras iba a trabajar.

A las once prepare el almuerzo y fui a despertarla ya que aun seguía dormida, comimos como siempre, la pequeña no paraba de hablar cosas de niños, yo no entendía muy bien que decía pero aun así respondía, ella reía y sonreía a casi todo lo que decía así no fuera gracioso, creo que simplemente le gustaba escuchar mi voz, note que su carita estaba algo pálida y sus ojitos apagados pero se lo atribuí a que acababa de despertar, aun estaba cansada.

Al terminar me ayudo con los platos como siempre, la monte en un banquillo junto a mí, y luego se fue a ver televisión nuevamente mientras yo seguía trabajando, fuera de toda su cháchara y risas chillonas por doquier la niña en si era muy tranquila, lo sabía porque en el transcurso de mi vida había visto a muchos niños y casi siempre eran unos diablos en estado puro, corriendo, gritando, peleando, rompiendo, ensuciando, pero ella era tranquila, callada en exceso y se entretenía con facilidad, incluso en ese preciso instante no sentía su presencia.

Si no supiera que estaba allí quizás ni la fuera notado, pero allí estaba y eso me inquietaba, escribí durante unas horas más hasta que la sed me gano y fui a la cocina por algo de agua, al pasar por la sala la note recostada, profundamente dormida, eso me extraño un poco, acababa de despertarse, pero le atribuí a que quizás necesitaba dormir un poco mas y yo la había despertado, la levante en brazos y la subí a la habitación dejándola sobre mi cama, que disfrutara un poco de ella no le caería mal, la cobije bien y baje a continuar con mi trabajo.

Otra vez las paginas me consumieron y las horas volaron sin que lo notara, hasta que vi en el reloj que ya eran las nueve treinta, me quede helado, la pequeña no había comido y seguramente se estaría muriendo de hambre, me levante casi a la carrera y fui a la cocina, prepare rápidamente dos sándwiches y un poco de chocolate caliente, subí las escaleras y allí estaba aun acurrucada en el centro de la cama, dormida, me pareció extraño, eran casi las diez, ella no dormía tanto a menos que fuera en la noche, pero se había pasado todo el día durmiendo, habíamos jugado un rato y visto tele pero el resto del día estuvo dormida.

Me acerque con el temor carcomiéndome por dentro y la preocupación no me dejaba ni respirar, me senté en el borde y aparte un poco la manta buscando volverla hacia mí, al poner una mano sobre su hombro me altere rápidamente, estaba hirviendo, caliente que casi quemaba, la volví hacia mi preocupado y el ver su carita bajó mis defensas.


Estaba pálida pero con las mejillas rojo intenso destacando en su piel, una fuerte capa de sudor cubría su frente y dejaba ver un charco sobre la sabana, temblaba ligeramente y su respiración era entrecortada, jadeos, estaba enferma y no me había dado cuenta, rápidamente busque que hacer pero realmente no sabía, viva solo y era inmune a los virus y enfermedades humanas por lo que no pretendía saber algo acerca de ellas.




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