Gabriel Angel - Capitulo I

Esa noche vagaba bajo la lluvia por las frías y un tanto solitarias calles de... ¿en dónde estaba ahora? ¿España? ¿Tal vez Italia? ¿O era Roma? No era Francia ¿quizás Brasil? Que mas daba, en realidad me daba exactamente igual, cada país al que iba era solo por huir, únicamente para ello, no me importaba nada más que escapar de un pasado que me perseguiría por el resto de la eternidad como mi fiel compañero unido a la soledad por lo que los lugares en donde estaba casi siempre me daban igual.
Mientras caminaba con el rostro escondido entre la capucha de mi nuevo abrigo escuche a una chica de quizás unos 20 años hablando por teléfono en una esquina, no entendía muy bien lo que decía, solo una frase que me hizo sonreír con amargura “necesito verte, me siento tan sola” pobre humana, mortal, ella jamás sería capaz de comprender lo que era la soledad, era muy joven y su vida sería muy corta para poder llegar a vivirla realmente.
Acelere un poco el paso sintiendo los pies extraños por los charcos de agua que se habían colado dentro de mis zapatos y hacia un gran esfuerzo por mover las piernas ya que el pantalón pesaba media tonelada debido al agua que cargaba pero una cosa si era cierta y es que debía felicitar a los diseñadores del abrigo que llevaba porque de todo mi cuerpo el torso era lo más seco y cálido que tenia, ya después tendrían que resolver el resto del problema, pensé descuidadamente mientras llegaba a mi destino.
Baje la capucha del abrigo sacudiendo de mi cabello las pequeñas gotas que lo habían mojado y dirigiéndome por uno de los pasillos al final del local, al conseguir lo que buscaba me dirigí a la caja registradora a pagar por ello, la chica que me atendió me miro como siempre, con un tanto de timidez en los ojos, una leve sonrisa en sus labios y con las mejillas ruborizadas, calentó mi bandeja en un microondas mientras yo pagaba en absoluto silencio.
Luego me entrego mi bolsa y yo di vuelta para salir pero me quede parado justo en frente de la puerta mirando mas allá de estas, al otro lado de la calle, en un pequeño rincón casi escondido en la otra acera dentro de una caja que hacía a la vez de casa pero que se caía a pedazos había un pequeño bulto acurrucado, no podía verlo bien desde mi ubicación pero sabía que estaba temblando, tenia frio ¿y quién no lo tendría?
Estábamos en invierno, un frio invierno de... Londres, estaba en Londres y era invierno y esa pequeña criatura estaba allí resguardándose de la lluvia dentro de una caja de la cual estaba seguro se mojaría menos fuera que dentro de ella, suspire irritado y camine nuevamente por la tienda tomando algunas cosas de aquí y allá hasta una nueva bandeja de comida.
Dirigiéndome nuevamente a pagar mis nuevos productos en caja, la chica al ver que había vuelto y que ponía nuevos productos en el mostrador me miro entre sorprendida y extrañada, nunca antes en todo el año que tenia frecuentando el lugar había comprado más que una bandeja de comida para llevar pero me daba igual lo que pensara, recalentó la nueva bandeja y yo pague antes de darle la espalda nuevamente y salir del lugar directamente al otro lado de la acera.



Me acerque despacio al rincón esperando no asustar a la criatura dentro de la caja y al estar más cerca note que se envolvía en un viejo y harapiento trapo que seguramente no le protegía del frio ni doblándolo en mil partes.
Me incline en silencio frente a la caja y abrí el paraguas rojo que había comprado, era bastante grande y entraba bien en la pequeña residencia improvisada, luego y con un poco de esfuerzo logre desenvolver a la criatura de la manta y quede en shock, era una niña de no más de 4 años, con el rizado cabello rojizo cayendo enmarañado por su espalda, su blanca piel curtida y manchada de tierra y sus enormes ojos grises fijos en mi mostrando un profundo temor.
Mi corazón se acelero por un momento cuando la imagen de una chica de siglos atrás golpeo en mi cabeza pero la aparte rápidamente, cubrí a la pequeña con el abrigo azul que también acababa de comprar en la tienda y que le quedaba enorme, no me importo, sería mejor así ya que podría usarlo de manta y no como abrigo y deje la bandeja de comida recién calentada frente a ella, bajo la sombrilla para que el agua no la alcanzara.
Luego de verificar que todo estuviera bien me puse de pie y me aleje de allí dejándola atrás, no podía hacer más por ella que eso, estaba más que seguro que estaría más segura incluso allí que llevándola a mi casa conmigo, seguramente con las cosas tan llamativas que había dejado con ella llamaría la atención de algún otro humano y este la ayudaría y la cuidaría, yo no era nadie para hacerme cargo de una criatura como ella.
Deshice el camino de la tienda a mi casa aun bajo la torrencial lluvia encorvado sobre mí mismo, ya no sentía frio ni me pesaba el pantalón, solo estaba en una especie de letargo del cual no quería salir porque entonces pensamientos indeseados acudirían a mi memoria y el huir de ellos habría sido en vano, en cambio, al llegar a casa, me quite los zapatos y los deje junto a la puerta, colgué mi abrigo en el perchero y fui a darme un baño caliente, al salir volví a calentar mi bandeja de comida y me senté en la mesita junto al gran ventanal en mi cocina fingiendo comer mirando las gotas de lluvia caer y golpear contra este.
Los minutos pasaron y yo continúe allí sentado con la imagen de la pequeña niña acurrucada dentro de la caja en ese pequeño rincón del mundo, muriendo lentamente a causa del frio sin que nadie le prestara atención o incluso le ayudara, sacudí la cabeza alejando esos pensamientos y me levante, metí la bandeja casi intacta en la nevera, fui a la biblioteca, tome un libro y subí a mi habitación recostándome en la cama de patas cortas ubicada al centro de esta, las sabanas gris y negro en combinación con la alfombra y el color de las paredes le daba al lugar un toque gótico y la falta de alguna fotografía o algo que personalizara este espacio como mío lo hacía parecer frio.
Mire alrededor, a mi casa que era exactamente igual a mi habitación, el lugar era un espacio abierto, literalmente, podía ver la sala de estar con el sofá de cuero negro, el televisor de 42 pulgadas pantalla plana frente a este sobre una mesa de patas cortas en el suelo una alfombra también con motivos irregulares en blanco negro y gris, entre el sofá y el mueble del televisor había una mesita de centro también de patas cortar hecha de metal y cristal, al lado izquierdo de la puerta de entrada estaba la cocina que estaba dividida únicamente con una pared a cuadros que permitía la visión al interior de esta, frente a esa pared estaba el comedor también de metal y cristal, las sillas estaban tapizadas en cuero negro al igual que el sofá de la sala y en frente de todo eso, bajo mi habitación y lo único que quedaba fuera de mi vista era la biblioteca que hacía a la par de estudio en donde pasaba la mayor parte de mi tiempo, trabajando.
En ella habían estanterías del suelo al techo llenas de libros ya leídos y por leer, volúmenes de primera edición que variaban desde el romance, pasando por ciencia ficción, rodeando el suspenso y terror, continuando con biología, historia, política y terminando con algunas biblias de diferentes religiones, toda esa variedad se podía encontrar en mi biblioteca pero ¿que mas podía hacer? No tenía una vida propia que vivir, no podía vivir la mía por lo que vivía la de alguien más.
Centre la mirada en mi cuarto, su falta de personalidad se había extendido por toda mi casa, los diseños geométricos en blanco, gris y negro eran la única decoración en las paredes, mi habitación no era diferente, allí también tenía dos enormes estanterías flanqueando mi cama, repletas de libros, en la pared derecha junto a esta había una gran cristalera que permitía mirar fuera, al gran cielo gris acerado que descargaba su furia contra esta pobre tierra, frente a la cama estaban ubicadas las puertas, una del armario y la otra de un cristal empañado que permitía ver la sombra del interior de la ducha y al lado izquierdo de la cama solo había un barandal de metal con una mesita baja y la salida a las escaleras esa era toda mi casa, pequeña ya que no necesitaba nada mas grande y sin ningún toque que definiera mi personalidad ya que hacía tiempo la había perdido.
Suspire pesadamente con irritación, fatiga y resignación abriendo la portada del libro, centrando mi mirada en él decidido a perderme entre sus paganías, dispuesto a vivir en la imaginación de alguien más, a vivir la vida de otro hasta quedar en la inconsciencia total, otro día terminaba...
Al día siguiente desperté a las seis como siempre solamente para empezar con mi rutina, tome un baño y luego baje a recalentar las sobras casi intactas de la cena de la noche anterior, me senté frente al televisor volviendo a fingir que comía mientras miraba distraídamente el informativo sin interés alguno, a las nueve me levante y tire la bandeja con la comida sin ser tocada a la basura.
Me dispuse a trabajar, camine a mi biblioteca, me senté frente a la computadora y abrí los archivos que necesitaba empezando a escribir lo primero que me viniera a la cabeza, olvidándome del mundo y creando uno nuevo en donde yo ya era otra persona, alguien que jamás llegaría a ser, alguien normal.
Cuando me di cuenta había perdido la noción del tiempo como siempre, me había saltado el almuerza, cosa ya bastante normal en mi y eran casi las diez de la noche, gruñí irritado, me levante corriendo de la silla, me puse mis zapatos y el abrigo y salí corriendo a la misma tienda de siempre a comprar la misma bandeja de siempre y a continuar con la misma rutina de siempre.
La lluvia volvía a azotar contra mí con fuerza, empapándome nuevamente pero ya a mi me daba igual, el frio me daba igual, todo me daba igual, entre en la tienda, busque la bandeja, camine hasta la caja y cancele mi comida mirando esta vez más detenidamente a la chica que me atendía, era bastante bonita, su cabello lacio y color azabache estaba limpiamente recogido en un moño sobre su cabeza, sus ojos marrones delineados delicadamente por sobre las pestañas en negro, su piel era blanca resaltando aun más el tono carmín de sus mejillas, labios pronunciados y bien delineados, no muy grandes ni muy pequeños, nariz perfilada y pequeña perfecta para su rostro ovalado y según lo que podía ver a través del mostrador tenía un buen cuerpo, más que bonita era hermosa pero yo no podría estar con ella ni queriendo, ya sabía que más adelante encontraría a alguien mejor que yo con quien estar.
Tome mi bolsa alejándome de ella para volver a casa pero me detuve nuevamente frente a las puertas dobles de cristal mirando al otro lado de la calle y descubriendo la terrible verdad, el pequeño bulto ahora envuelto en el grueso abrigo azul seguía allí, dentro de la caja, bajo la sombrilla roja, suspire exasperado y volví por el pasillo hasta el final de la tienda, tome otra bandeja de comida y cuando fui a pagarla la chica me miro incluso más sorprendida que el día anterior e ignore su mirada tomando la bandeja de comida recalentada y salí del establecimiento en dirección a la acera del frente.
Hacia un frío de los mil demonios que yo aun a pesar del grueso abrigo que tenia aun lo sentía, me hinque nuevamente frente a la caja notando que el pequeño bulto aun se movía, deje la bandeja de comida en el mismo lugar que el anterior y me fui a casa nuevamente, eso era todo lo que podía hacer por ella, mi rutina debía continuar como estaba, no podía fallarla ni cambiarla por nada...
Llegue a casa terminando de cumplir así mi rutina diaria, subir y bañarme, fingir comer mirando por el ventanal en la cocina, guardar las sobras que recalentaría en la mañana dentro de la nevera, irme a la cama temprano, terminar de leer el libro que había comenzado a leer la noche anterior antes de dormir y empezar todo nuevamente al día siguiente, solo que esa vez fue diferente y no pude dormir, mi cabeza no me lo permitía, mi cerebro simplemente divagaba entre cosas sin sentido, mis libros y la historia que recién acababa de leer.
Gire sobre mi costado mirando por el ventanal descubierto, viendo las gotas de lluvia transformarse poco a poco en pequeñas motas blancas, había empezado a nevar y la voz de la reportera del clima en el noticiero que veía día a día llego a mi cabeza como un rayo cuando lo anuncio y entonces me levante corriendo de la cama, yendo directamente hacia la puerta, calzándome los zapatos y poniéndome el grueso abrigo, tomando mis llaves y saliendo sin mirar atrás ni preocuparme de que pudiera estar dejando algo.

Caminé apresuradamente bajo las motas blancas que a momentos se volvían mas y el viento gélido empezaba a soplar con fuerza haciendo que el frío calara hasta mis huesos, me aferre mas a mi abrigo con fuerza encorvándome hacia adelante para evitar que el aire me diera en la cara y continúe caminando aun cuando en mi mente intentaba convencerme desesperadamente de que ella ya no estaría allí, diciéndome una y mil veces lo malditamente imbécil que era al estar caminando a las dos de la madrugada por las calles de Londres bajo una gran tormenta de nieve en pijamas, no moriría, eso era obvio, ni congelándome moriría pero aun así sufría los espasmos típicos que daba el frio, era inmortal no insensible.




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